El equipo de Simeone pudo haberse adueñado del Superclásico ante un rival que jugó con un hombre menos durante 40 minutos. Pero La Banda se dejó presionar en su campo, no supo controlar a Riquelme y terminó masticando bronca por un cabezazo de Viatri.

Evidentemente, todo el optimismo que aparentó el plantel de River durante la semana previa al Superclásico no fue más que el producto del alivio de que -por un instante- el escándalo estuvo en la vereda de enfrente. Porque, tal como quedó demostrado esta tarde en el Monumental, el semblante relajado y apacible de los jugadores millonarios en los días previos al choque más importante del semestre no correspondió a ningún buen presagio futbolístico.

Prueba de ello pueden dar los más de 50 mil hinchas millonarios que hicieron de este domingo día de la madre una verdadera fiesta del fútbol pese a que sufrieron como nunca la incertidumbre de un equipo que no sabe a qué jugar cuando le toca jugar. Es que en este Súper, a River le tocó jugar, sólo eso, y no supo hacerlo. En el primer tiempo, que contó con 30 minutos entretenidos aunque sin llegadas de sumo peligro, River y Boca se mostraron tan insinuantes como imprecisos. Lo que invitó a que cada uno se animara -pereza mediante- a probar suerte en el campo rival.

Pero en el complemento, el panorama pareció cambiar radicalmente: Baldassi echó a Ibarra y la parcialidad riverplatense explotó a puro entusiasmo y expectativa. Es que con un hombre más desde los 6 minutos de la segunda parte, River indefectiblemente sacaría provecho de esa diferencia. Sin embargo, cuando más se esperaba del conjunto local, la expulsión del lateral visitante terminó por estimular más a Boca que a La Banda.

Sí, porque a partir de ahí, el equipo de Ischia presionó a River de mitad de cancha hacia delante y sometió al combinado de Simeone a su propio juego. Boca usó la desesperación y el desorden millonario y lo obligó a generar infracciones sin sentido, sobre Riquelme o quien fuera. Y de una de esas jugadas técnicas devino el gol de Lucas Viatri. Ese gol que fortaleció al conjunto de La Ribera y profundizó la desesperanza riverplatense, la misma que quedó plasmada en este nuevo Superclásico pero que ya se había advertido a lo largo de todo el Apertura.